Comentario
Tampoco al norte del golfo de Corinto los atenienses dejaron de intervenir. En Tesalia buscaban la restauración de sus partidarios. A los focidios los presionaban para que consiguieran el control de Delfos. Esto último produjo la reacción espartana, que consiguió la autonomía del santuario. Los datos conocidos se refieren fundamentalmente a la primacía de cada una de las ciudades en la consulta, lo que viene a ser como un reconocimiento internacional de la superioridad, en el plano del prestigio, fuertemente establecido a propósito del valor ideológico que tenía en toda Grecia el santuario apolíneo de Delfos. Parece evidente que, en estos momentos, Esparta intenta recuperar el papel de dirigente panhelénico que le está disputando Atenas. La paz de Calias y el final de la guerra con Persia habían obligado a ésta última a crear nuevos elementos de cohesión ideológica a través de su propio papel aglutinador. En ese ambiente cabe situar la trayectoria que conduce desde el decreto del congreso panhelénico a la fundación de Turios. En 447, sin embargo, Atenas conseguía devolver a los focidios el control sobre el santuario de Delfos.
El control ateniense sobre el territorio beocio después de Enófita se había caracterizado fundamentalmente por un intervencionismo creciente en el plano político, con el apoyo de sus partidarios, inclinados normalmente a un sistema de tipo democrático. Con ello, Atenas se garantizaba la fidelidad de las ciudades, pero no la de todos los grupos aristocráticos que, procedentes de varias de ellas, se iban agrupando en torno a algunos centros, como Queronea y Orcómeno, al norte del territorio beocio. La primera acción estalló en Queronea, donde los oligarcas se hicieron dueños de la situación, tal vez en la idea de que la presencia espartana en la vecina Fócide les iba a servir de apoyo. Sin embargo, el ateniense Tólmides, con una fuerza no muy grande, reprimió el movimiento y tomó duras medidas de esclavización de la población, medida que, al parecer, fue criticada por Pericles.
A su regreso, Tólmides recibió en Queronea un ataque de las fuerzas oligárquicas procedentes de Orcómeno, donde se habían agrupado gentes procedentes de Lócride y Eubea que, según Tucídides, participaban de las mismas opiniones. Los atenienses fueron derrotados y las ciudades beocias restablecieron los sistemas oligárquicos que sirvieron de base a la Confederación encabezada por Tebas, que controlaría la situación hasta la época de Alejandro.
Las condiciones favorecieron la revuelta de Eubea, a donde acudió el propio Pericles para intentar restablecer la situación, pero se vio obligado a volver porque en Mégara se había producido igualmente un movimiento secesionista, apoyado en los espartanos, que pretendían así invadir el Ática. Sólo quedaba controlado el puerto de Nisea. Los megarenses rebeldes tenían el apoyo de Corinto, Sición y Epidauro. Aunque el rey Plistoanacte había llegado en su avance hasta Eleusis y Tría y había devastado el territorio, inmediatamente se volvió, lo que se interpretó como resultado de algún tipo de soborno llevado a cabo por Pericles. De hecho, el rey y su consejero Cleándrides fueron condenados al exilio, lo que, por lo menos, revela la existencia de diferencias internas en Esparta. Gracias a esto, Pericles pudo volver a reprimir la revuelta de Eubea, a castigar a los hipóbotas y a establecer cleruquías que afirmaban el poder imperialista y su capacidad para provocar beneficios para los ciudadanos sin tierra.